viernes, 19 de agosto de 2011

Love Story (Jennifer Echols) - Reseña




Ella está escribiendo acerca de él. Él está escribiendo acerca de ella. Y todos están leyendo entre líneas.
Para Erin Blackwell, estudiar escritura creativa en el colegio de sus sueños en  la ciudad de Nueva York  es más que una oportunidad para lograr sus ambiciones –es su boleto lejos de las trágicas memorias que ensombrecen el rancho de caballos de carrera de su familia en Kentucky.
Pero cuando ella se niega  a ingresar en la carrera de negocios y hacerse cargo del rancho algún día, su abuela le da la colegiatura de Erin y su herencia prometida al guapo chico de  los establos, Hunter Allen. Ahora Erin tiene que ganar una puesto de interna y trabajar tarde en las noches en una tienda local de café para hacer sus sueños realidad. Ella debería despreciar a Hunter… ¿así que por qué el aparece en sus pensamientos como el héroe de su última tarea?
Entonces, un día que está compartiendo su tarea con la clase, Hunter entra. Él está uniéndose a su clase. Y después de leer acerca de él en su historia, sus fantasías privadas acerca de él deben ser  horriblemente claras. Sólo espera persuadirlo para no revelar su secreto a alguien más. Pero Hunter planea su propia venganza creativa, escribiendo sexis historias que llevan a la clase entera loca de curiosidad y llenan el corazón de Erin con anhelo. Ahora no sólo está imaginando lo que pudo haber sido. Ella está escribiendo todo un nuevo final para su romance con Hunter… excepto que esta historia podría hacerse realidad.


Reseña:
En esta historia nos encontramos con la típica pareja de chica rica y chico pobre.
Erin Blackwell siempre ha sido la chica rica y mimada por su abuela. Ella es la heredera del rancho y vive rodeada de lujos mirando de lejos al chico de los establos, Hunter Allen. Una vez fueron amigos pero algo pasó entre sus familias que hizo que se separaran. Entonces cuando ella decide que quiere ser escritora y no hacerse cargo del rancho su abuela le quita todo y se lo da a Hunter ¿cómo? Si al chico de los establos.
Entonces la historia se invierte, ella es una chica desheredada y él el nuevo heredero. Erin no quiere saber nada de él pero en el fondo, muy en el fondo siente algo.

Para su suerte consigue una beca y se va a la universidad de Nueva York. Pero cuando empieza a compartir una historia a la clase Hunter entra. Y lo peor de todo es que su historia es acerca del guapo chico de los establos. Nadie sabe de su pasado ya que ella ha hecho creer a todos que es una chica pobre. Pero Hunter sí. Entonces Hunter en “venganza” escribe sus propias historias hablando de esta chica de la que está enamorado. Y así ambos empiezan iniciando una amistad y a la vez rivalidad que se refleja en sus historias.
Erin no me gustó mucho, al principio si era entendible que no quisiera que Hunter dijera nada pero lo demás está lleno de suposiciones de ella, y esta completamente ciega y asume lo peor de Hunter lo que no me gustó. Hunter en cambio se la pasa tirándole indirectas que Erin malinterpreta.

Por otro lado, sus compañeras de cuarto, Summer que es la más cercana a Erin me cayó algo mal. Se me hizo un personaje demasiado falso y fingiendo dulzura e inocencia, aunque sus suposiciones acerca de Hunter son correctas era fastidiosa. Jordis aunque no sale tanto, me gustó más. Sus compañeros de clase me parecieron bastante realistas y me gustaron.
Pero sobre pienso que Erin agregaba mucho drama que no era necesario. Su historia se va entendiendo casi hasta el final y parece un drama típico de telenovela. Eso sí, me cuesta trabajo creer que simplemente la abuela de Erin la haya desheredado sin más. Ni siquiera tiene una plática real con Erin y solo cachamos un vistazo de ella. En mi opinión debió salir más y que explicara el porque de sus acciones. La única vez que Erin ve a su abuela, ella está mirándola en un carro a través de sus lentes de sol ¿qué es eso?

También cachamos vistazos del pasado de Erin en las historias que escribe. También pienso que es demasiado injusta con Hunter y que algunas cosas que supone de Hunter son demasiado ridículas.
aunque algunas veces si es bastante realista y te puedes identificar pero se la pasa quejando de que no tiene dinero y que tiene que trabajar y estudiar, lo cual aunque es comprensible porque toda su vida ha sido rica, llega a ser fastidioso.
El romance no me convenció mucho, pero el giro inesperado casi al final me dejo la boca abierta, y bueno, eso… aunque me gusta que no sea predecible no se que pensar realmente. Y el final aunque abierto me dejo con muchas preguntas.
Pienso que es una historia que deja algunos cabos sueltos y fallas que se podrían arreglar y desarrollar más los personajes.
En general una lectura aceptable. Mejor que Forget You pero no tan buena como Going Too Far.


Traducido por:Tinta de Cristal

Extracto del Primer capítulo.
1.    Casi una dama
Por Erin Blackwell

El Capitan Vanderslice era algo imbécil. Él tomo la mano enguantada de Rebecca y la beso haciendo una reverencia. “Señorita O´Carey, usted está floreciendo en la perfecta y adecuada dama.”
“Y usted, señor, luce tan bien como siempre,” Rebecca mintió, viéndolo enderezarse ante ella. Alto y oscuro, el debió haber sido guapo excepto por una bala perdida que había rozado su mejilla durante la Guerra de los Estados diez años antes, luciendo una gruesa cicatriz de nariz a ojo.
Los rumores decían que esa herida visible no era la única que había sufrido durante la guerra –y que a pesar de su status de hombre soltero en los limites de un estado desprovisto de hombres jóvenes por las consecuencias de la guerra, esta decepción de negarse a procrear era el principal factor que  había hecho que muchas damas jóvenes hubieran rechazado dar su mano en matrimonio. Como fuera, el prospecto de la línea familiar terminando no le importaba a la centrada y de mente de negocios, abuela de Rebecca, que pensaba que la unión sería ventajosa, porque algún día uniría el vasto rancho de caballos del Capitán Vanderslice con el suyo.
Si importaba para Rebecca. Ella se devano los sesos para decir algo al capitán que no sería grosero ni ningún ánimo para sus amores. “¡No fue la carrera de caballos del Coronel Clark  una delicia! Él habla acerca de convertirlo en un evento anual.”
“Nunca será popular,” dijo el capitán con desprecio, jugando con su bebida de menta (N.T.: una bebida en la que el alcohol y la azúcar están mezclados con hielo y se agregan hojas de menta), en su mano enguantada.
“¡Oh! Yo consideraría la carrera un éxito con diez mil personas asistiendo,”
Rebecca mantuvo. Ella continuó intercambiando desagradables comentarios mientras su ojos examinaba la rica sala de baile, buscando un escape antes de que la péquela plática del capitán se convirtiera en cortejo, como ha sido en cada evento social en grupo.
La suerte no estaba de su lado. En un típico baile en el campo, alguno de sus amigos hubiera interrumpido estratégicamente, llevándose a una agradecida Rebecca de las atenciones del caballero. Esto no era un baile de campo o pueblerino. El Coronel Clark había organizado una carrera con los más finos potros de tres años del área. En las afueras de Louisville, y este exclusivo baile en su mansión incluía sólo las familias más ricas. En un grupo de quizás cien, Rebecca estaba sola.
Casi. Ella captó movimiento por la esquina de su ojo. Delatado por la amplia ventana que dejaba pasar el frío de una noche de Mayo, lejos del patio, la chaqueta negra de David se confundía con las sombras, pero su dorado cabello y camisa blanca brillaban en la suave luz de vela reflejada por los espejos de la sala.
Ella le había pedido reunirse con ella. Ella había espiado desde esta esquina de la sala de baile con una vista del jardín, temprano esa tarde,  y había visto casualmente por debajo de un gran arco después de cada baile por cuatro cuadrillas y tres reels (N.T: reels no tiene un significado exacto, es un baile irlandés rápido y alegre).Mientras lo espiaba por fin, sintió que su corazón latía inconstantemente.
“¡Señorita Rebecca!”
Ella casi saltó, casi saliendo de su apretado corsé en sorpresa. Pero era sólo el viejo Sr. Gordon, parándose entre ella y el capitán Vanderslice. Ella le sonrió agradecidamente por la interrupción. Recientemente en un paseo por el jardín, ella había compartido con él su opinión acerca del capitán y los planes de su abuela. “Sr. Gordon.” Ella se inclinó y le tendió su mano.
“Gordon,” dijo el capitán.
El Sr. Gordon sólo asintió al capitán. A Rebecca él dijo, “Estuve muy satisfecho con la participación de su yegua en a tercera carrera hoy. ¿Oí que usted entreno personalmente esta yegua?
“¡Usted entrenó!” exclamo el capitán, sorprendido a Rebecca.
Rebecca mantuvo sus ojos en el Sr. Gordon. Que era algo bueno si el capitán sólo pretendía estar sorprendido  por todos en vez de participar en la conversación. “Usted oyó eso de nuestras manos de los establos,” ella dijo, “pero ustedes me dan mucho crédito. Nuestro joven David Archer ha hecho casi todo el trabajo. Yo sólo tomé un interés.”
“Y escogió esta yegua del establo para entrenarla,” El Sr. Gordon remarcó.
“Bueno sí,” dijo Rebecca, “después de discutirlo con David.”
“Joven, dice usted,” el Sr. Gordon dijo. “Buscando un lugar fuera de la sombra de su famoso y talentoso papá, quizás.
El corazón de Rebecca se aceleró otra vez, esta vez con alarma. Ella sabía que el Sr. Gordon estaba haciendo conversación sólo para distraer a capitán, y ella apreciaba sus esfuerzos. Si sólo ella pudiera evitar que su sirviente-amante no fuera despedido del rancho de su abuela en el proceso. “Bueno, no sé si Archer es todo eso,” Rebecca  dijo. “Probablemente tengo buena vista para los purasangre más de lo que me doy crédito. Pero no es apropiado de una dama aceptar los cumplidos.
“¡Tampoco es apropiado de una dama tomar interés por los purasangre en primer lugar!” el olvidado capitán explotó. “Rebecca ¿está loca? Estar pasando el tiempo en los establos. ¡Debo hablar con su abuela”
“¡Qué buena idea!” dijo Rebecca. “Sr. Gordon ¿sería tan amable de ayudar al capitán a encontrar a mi abuela?”
“¡Y usted debe acompañarnos!” exclamó el capitán ofreciendo su brazo.
Rebecca retrocedió. “No hay necesidad. Soy incapaz de disciplinarme yo misma. Usted debe llegar al meollo del asunto, y yo deberé estar aquí parada en una esquina y tener remordimientos acerca de lo que he hecho.”
“¡Venga, capitán!” fingiendo el Sr. Gordon estar disgustado, puso una mano en el hombro del capitán para que se volteara y su mirada se cruzó con la de Rebecca.
Ella le guiño un ojo. Ella apreciaba su ayuda y sintió una punzada de culpa por engañarlo. Si él hubiera sabido que no sólo la estaba liberando de un vergonzoso cortejo, si no también ayudando de uno ilícito, él no habría estado tan dispuesto a ayudarla.
Ella vio  las espaldas de los 2 elegantes hombres mientras se alejaban mezclándose en la multitud en busca de la anfitriona. Con una última y disimulada mirada a la sala, ella empezó a retroceder por la salida de atrás. Ella se movía con exasperante lentitud debido a la maldita moda esa temporada, un apretado corsé con una imposiblemente apretada falda, permitiendo sólo unos pocos pasos de pocos centímetros. El vestido estaba hecho para mujeres casaderas, ella supuso, pero extremadamente inconveniente cuando piensas reunirte con un chico de los establos.
Finalmente pasó el pasillo y la salida. El frío aire la hizo temblar. Pero ella debía disimularlo. La única manera de evitar que estuviera encerrada en su alcoba hasta la mayoría de edad y evitar que David fuera despedido o entregado a la justicia del pueblo, era tener una excusa disponible todo el tiempo.
Su excusa en este momento, era que se sintió mareada en la fiesta y necesitaba aire fresco. Una cosa así nunca le había pasado a ella –los ayudantes de los establos  le decían que ella aguantaba el licor admirablemente para una dama –pero había una primera vez para todo.
Luego, si acaso alcanzaba a David  detrás del patio, su excusa sería que ella había dejado sus finos guantes de montar en el establo de su yegua favorita en las carreras, y David, reconociéndolos y desconfiando de los trabajadores para mandárselos, el mismo se los entregó en la fiesta del coronel.
Al menos, esa era la excusa que Rebecca había inventado, y esas fueron las órdenes que le dio a seguir a David. Pero David había sido conocido por desobedecer las órdenes, y por escapar de las consecuencias con una encantadora sonrisa. El tal vez se cansó y decidió irse a casa después de todo.
Normalmente Rebecca no hubiera atribuido tal falta de respeto de un sirviente. Pero David no era normal. Devoto no era. Paciente no era. De hecho arreglar un encuentro con él era un poco como juntar un grupo de gatos, en muchas ocasiones ella había estado dispuesta a renunciar a él y tratar un romance con el hijo del tendero, y se lo había dicho a David. Que él difícilmente pareciera afectado por eso le hacia desearlo más.
La Guerra entre los Estados había comenzado cuando ambos tenían cuatro años de edad, y aunque no había diezmado a Louisville, había sido una preocupación para la comunidad. Y con constantes amenazas de evacuación y grandes hombres fuera, el padre de Rebecca había sido comisionado como un oficial del General Bull Nelson y había muerto por una bala en el estomago en la Batalla de Richmond, y su madre fue muriendo lentamente de un corazón roto.
Rebecca extrañaba a sus padres terriblemente, pero ella no recordaba mucho de ese periodo, excepto a la Armada de la Unión con casas de campaña blancas a las afueras del pueblo. Cualquier parentesco al que había sido sujetada había sido a su nada amigable abuela, siendo más dura cada vez por la muerte de su hija, quizá, pero Rebecca sospechaba que su abuela era naturalmente agria, con una naturaleza tan intensa y una consistencia seguramente con la que había nacido y no vuelto.
Rebecca había encontrado la alegría en el patio jugando juegos inapropiados para chicas con David, el hijo del jefe de los establos –una amistad que hubiera sido duramente aplastada si alguien hubiera prestado atención.
Pero nadie lo había hecho. Mirando hacia atrás ella vio que nadie la observaba incluso ahora que se escapaba de la mansión con luz de vela derramándose entre las sombras a través del patio.
Davis estaba parado enfrente de ella. Vestido lo más fino posible en-la-ocasión-especial.: larga chaqueta,  ajustados pantalones y botas de montar. Cuando él la espió, se escondió detrás de los árboles, donde no podría ser visto por cualquiera que fuera  a tomar aire afuera. Ella rodeó los árboles y caminó hacia la yarda opuesta. Satisfecha de que no serían descubiertos ahí, ella levantó la mirada.
Él sonrió, sus ojos trazando la línea del contorno de su vestido. Tan concentrada estaba ella estudiando su cara, después de haber pasado días en bailes y carreras sin verlo, y tan distraídamente su corazón latía fuertemente contra su pecho, que pasaron algunos momentos antes de que ella recordara saludarlo.
“Hola, David.”
“Hola, Srta. O´ Carey.” Sus palabras eran las apropiadas para la hija de un caballero de alta clase social de parte de los ayudantes de los establos, sus palabras siempre habían sido apropiadas –al menos en público. Era la actitud detrás de esas palabras que le decía que el no se consideraba a él mismo un ser inferior. Eso era lo que le atraía a él, una y otra vez.
Lo siguiente que dijo no era propio en lo absoluto. “¿Te importaría caminar detrás de los establos?”.
Ella se debería haber reído. Nunca saldrían ilesos de una cosa así. Alguien llegaría, los vería y reportaría la tragedia a su abuela, salvando su honor y arruinando su velada.
Rebecca no se rió. David la miraba expectante, sin humor en sus ojos azules.
“Mancharé mis zapatillas,” ella murmuró, “y la criada se dará cuenta en la mañana.” Ella alzó un zapato de oro para mostrarle por debajo de su falda.
“Entonces supongo que no podremos ir lejos.” Su fuerte mano había rodeado su muñeca y la jalaba.
Ella lo miró con sorpresa, pensando a que se refería.
“Ven conmigo por entre las matas, Su Alteza,” él dijo. “Ven conmigo en la oscuridad. ¿No era eso lo que querías al pedirme que trajera el guante que no olvidó?”
Claro que era eso lo que quería ella. Pero no estaba preparada para admitirlo, mucho menos para hacerlo.
El empujó. Y en un instante, su corazón latió apresuradamente mientras un rubor se extendía por sus mejillas, y mandando una sensación hasta los dedos de sus pies. Este chico de los establos –o lo que fuera que se había convertido cuando ella no estaba mirando– era lo suficientemente fuerte para cargarla hasta los arbustos quisiera o no. No había nada que hacer excepto seguirlo.
Incluso mientras lo seguía, ella murmuró en su oído, “Estoy empezando a pensar que no sabes tanto del amor como clamas. Pareciste atónito cuando te he seguido el juego.”
El se paró debajo de un árbol con flores blancas que brillaban con la luz de la luna.
“Apuesto a que he aprendido tanto como tú en tu establo.” “Mi dama de compañía fue empleada por la línea del coronel –aunque si le dices de esto a mi abuela encontrarás pasto en tu café.”
El exhaló cortamente por su nariz. Rebecca no estaba segura si era una risa o un suspiro, porque su presencia tendía a causar ambas reacciones a David.
Luego el acaricio con su dedo su labio inferior –dedo anular en un lado, pulgar en otro-  como si quisiera prepararlos. “Te voy a besar ahora, Rebecca. No grites.”
Su risa nerviosa fue cortada mientras sus labios encontraban los de ella.
Desde esos días de juego pasados en el verano, ella había considerado a David su gran amigo. Él era lo suficientemente importante para ella que ella había escondido cuidadosamente su amistad de su abuela. Pero ahora ambos tenían 18. En estos meses, el secreto de su relación se había vuelto oscuro en su mente, y necesitado. David era un hombre ahora, ella una mujer cortejada por otros, atraída hacia su beso. Ella abrió su boca por todo lo que había esperado y soñado.
Lo que no había esperado eran las manos de David sobre su cuerpo. Primero sujetaron su cintura, luego subieron por su espalda y deslizándose en frente. Cuando un pulgar trazó una línea alrededor de su cuello, peligrosamente cerca de su escote, ella rompió el beso con un jadeo.
¿Jadeé yo misma? Estaba aterrorizada de haber hecho un ruido mientras leía mi propia historia, rodeada de mis compañeros. Mi copia de “Casi una Dama” estaba en frente de mi en una larga mesa de madera oscura pulida, justo así como otros 6 estudiantes sentados alrededor de la mesa, sólo la mitad de la clase. Pero ninguno de ellos estaba leyéndola. Dos de ellos murmuraban juntos, dos leían libros de texto, dos tecleaban en sus laptops. Y ninguno me miraba. Para ahogar mi jadeo sólo por si acaso, tome un largo respiro como si simplemente no pudiera obtener suficiente del gran, fresco aire de la ciudad de Nueva York. Luego inhale de nuevo y lo concentré en mi corazón que seguía palpitando.
Estaba nerviosa. Yo ¡nerviosa! Mi historia, por la suerte del sorteo, sería una de las primeras tres criticada en clase. Sólo esperaba no ser la primera. Tenía confianza en mi escritura, pero nadie quiere ir primero. Y nada me importaba más que mis historias.
Esta en especial. La escribí de mi vida, más o menos, acerca de mi muy, muy real chico de los establos de regreso a casa en Kentucky. Empezamos como amigos, como David y Rebecca. Luego algo horrible pasó y por años no pude superarlo. Ahora nunca lo haríamos.
Podíamos en la historia, sin embargo. Podía poner obstáculos para el amor, como en la vida real– y luego, diferente en la vida real, podía superarlos. Haciendo cada pieza encajar en su lugar para mis personajes, escribiendo un final feliz irrealista, me daba un subidón de adrenalina. Por eso era que quería ser novelista.
La gente de mi preparatoria en mis clases de escritura creativa no se habían sentido de esa manera. Pero ahora estaba en una clase de escritura creativa de honor en la universidad de Nueva York famosa por su programa en escritura creativa y publicación. Pagado, cada alumno de primer año en el programa de honor tenía que tomar esta clase, mucho no serían novelistas y no le importará escribir ficción, pero de seguro algunos verían lo que yo vi en mi historia y la amarían tanto como yo.
Si eso era cierto, no serían capaces de despegarse y dejar de leer y re leer mi delicioso romance. De todos modos, extrañamente, ellos parecían seguir con sus vidas. Podía difícilmente oír su respiración sobre os tecleos de  las teclas de sus laptops y el sonido del tráfico pesado esta tarde, pero estaba segura que nadie jadeó. La chica más cerca de mí en su pretencioso-negro celular como si leer mi historia sólo hubiera sido otra tarea asignada y no hubiera cambiado du vida.
Al diablo con todos ellos. Regresé a mi historia.
                                                                  ***


No hay comentarios:

Publicar un comentario